martes, 7 de julio de 2009

Agua


No puedo conseguir el sueño. Los excesos y risas convirtieron un gran espectáculo inolvidable; donde cada uno de mis pares ocupo un protagonismo importante. Sin embargo, el después me tortura con dolor de cabeza agobiante, sin contar los aullidos de mi hígado y el dolor de estomago. Soy responsable de mis actos, lo sé; pero nunca se piensa en el después. Solo en el pasado, en la gran noche. Acostado, la necesidad de salir y de abandonar de una buena vez éstas frías cuatro paredes, manipulan el descanso que necesito. Escapar parece una decisión inminente, sin tener en cuenta el estado físico deplorable en que me encuentro.

Sin más reproches, huyo de ahí y voy en rumbo a la fiebre de la sociedad. Dirijo mis pasos a las calles de la ciudad, tropezando a infinidades de personas que cruzan mis pasos...Levanto la mirada al cielo, las nubes encarcelan al sol y al cielo azul, que alguna vez fueron libres. Se nubla por completo, la llegada de la tormenta son manifestadas por el fuerte viento, y las voces de los truenos que trasmite con vigor.

Cada paso es libertad, y una incesante soledad.

Llegado a aquel bar de la calle corrientes, la lluvia adorna con sus frías e inquietantes gotas la vereda y calles de Buenos Aires. Me siento en un rincón, apegado a la ventana de cristal. Apoyo mis manos sobre mi amado cuaderno, con la birome puesta adentro del rodillo, al costado...Pido un café negro, para que combata contra mi humilde resaca y sus variantes...El olor característico de un aquél lugar, es adornada por las nubes de humo del cigarrillo, como también la sinfonía insoportable de las voces altas de la gente: "Sino querías soportar eso, hubieras ido al cementerio".

El café yace en la mesa, observo su color: negro como el vivo universo, después de revolver con la cuchara la niebla que cubría su ferviente espuma. Lo huelo, su fragancia logra reanimarme débilmente. Doy un sorbo sin ganas, vitaliza mi aliento, dejando su fuerte sabor en mi boca. Me llega a lo profundo, como un puñal que destroza mi abundante resaca; la mata sin piedad, pero...Aún sus cenizas se aferran a mí.

Converso con el silencio, utilizando mis ambiguas letras en pos de la hoja del cuaderno. Comienzo mi máximo escape a lo ilusorio, para no aferrarme al pobre presente.

La lluvia se escurre por el vidrio de cristal, capturando mi atención por momentos. Paro de derramar tinta, y veo mi rostro, reflejado por la ventana, disfrutar de la ocasión: "¿Cómo explicar la sensación de la soledad, café, letras y lluvia?”.

El poco café se enfría sin obstáculos; el tiempo no tiene fin.

Decido marcharme, el diluvio es constante, como el frio intenso. Vuelvo a caminar, las aguas mojan una parte de mi cuerpo por cada paso que doy. Me detengo, alzo la mirada nuevamente al cielo oscuro, y cada gota penetra mi desierto, dejándolo fértil. "¡Me siento vivo!" Bajo la vista y continúo.

2 comentarios:

  1. Groso, me encanta verte crecer asi!!! besos bianca

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  2. asi es amigo...salir a la calle a empaparse de la ciudad, a curtirse...tus letras cada vez mejor, te sigo loco!!! y esoero vengas a maldita ginebra el antro de los poetas en el abasto, el viernes es mi cumple ahi...

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