domingo, 25 de julio de 2010

Arte de alucinar

Falso engaño del conocer. Continuo monólogo del amor,

para distraer a los heridos. Frases de conversaciones

aburridas, que no alcanza la eficacia de las letras escritas de

un imbécil. Propuesta de un realismo prematuro, para

convencer, hasta que, el aborto es autorizado, enterrando esa

gorda ambición (no hay arrepentimiento en este cometido) en

un amable recuerdo.

Rostro con quemaduras vivas, bello ser que se extiende de

lejanía y juega a amar con ingenuos. Hasta que…

Momento nicotina

Y aquello fue un pálpito. Las innumerables ocasiones en que el despertar solo es un insomnio y la curiosidad febril un lapso desconocido; dan, ciertamente, una falsa corazonada a lo que realmente no sucederá, o que quizás, no vendrá en donde se espera.

También fue fantasía. ¿Ocasionalmente magia? El desafío maneja el congelamiento; de tal manera que, obliga a amarme, sin recalcar el tartamudeo ni el nudillo roto de mi soberbia.

En este momento, es tranquilidad. La sobredosis se extiende desde la noche roja (y el sexo llama) y del jugo de una lluvia, que empapa el cigarrillo ajeno. Prendida en mis brazos, a continuación de un beso tabaco, parcialmente salado…

Calma

Así mismo, callan las armonías. Alterar los vínculos, engrasadas de cuero marrón, sin dudas, sujeta las idas y vueltas del trayecto, apunto de pararse en una curva borrosa y sin asfalto. Concuerda con la primera idea: salirse de la ruta y tomar los últimos atajos; pero las chances del tiempo no es nada amable con la incertidumbre; y menos si lo han dejado con el orgasmo en su garganta.

No se encuentra remordimiento en las pruebas suicidas. El perdón se evapora en un pensamiento, cuando la lengua defiende un interés que vas más allá del afecto.

Ser crucificado con el mismo dolor, parece ser el indiscutido castigo de típicas causas y consecuencias, pero no es la única fuga honesta. Mientras, las dos niñas falsas, juegan como si fueran grandes amigas inseparables. No saben que las observo de algún rincón, y que la despedida es un hecho, sin darse cuenta…

Desencuentro

Despierto en una habitación, pigmentada de mugre y humedad, por encima de las paredes. Respiro el vapor del frío, y del ruido del chaparrón, que interviene en mi buen humor. Conservo el último cigarrillo para después, cuando recuerde qué hago aquí y en qué tiempo me retiraré.

Veo más a mí alrededor y descubro a una mujer: pelo negro largo, trigueña, totalmente desnuda. Nace una pequeña mueca de sorpresa por enterarme quién es ella, y también por lo hermosa que es.

Estudio, cauto, sus movimientos repentinos, a raíz de algún sueño sobrenatural o la impaciencia de permanecer quieta, en esta cama tan dura. Acaricio su espalda, así encuentro un recuerdo que realmente perdí y pueda saber esa identidad…

Despierta. Su mirada es perpetua ante mi preocupación. No dice nada, ni yo alcanzo a un saludo informal. La pregunta se extiende cuando ella observa todo a su alcance y se retira de la cama. Viste su cuerpo y abre la puerta sin ningún despido, escapa. Entro en plena carcajada de nerviosismo y me preocupo por las acciones que debí de hacer.

Encuentro un baño y veo en el espejo, mi pecho con marcas de uñas, y en mi cuello, labial rojo de besos, mezclada de un rico aliento dulce. Rio seguidamente y dejo de pensar.

Vuelvo a recostarme (quizá vuelva o tal vez me vaya) y termino de fumar, desnudo.

jueves, 8 de julio de 2010

Sedientos

Perfume que arde el placer sísmico. Roce erótico de piel brillante. Colmena de cada gemido incontrolable de una prosa sin textura. Lamidas ofensivas que desatan el licor de esos labios que traen la desesperación singular. Miradas de un antiguo poema, y que ahora, promete una novela sin final; con el dolor de perdición y un cálido encuentro en el punto suspensivo de cada anhelo (no he dejado de pensar)

Caídos en lo inherente. Sudor que alimenta la sed de los orgasmos, para no calmarlo jamás, en estas lloviznas…

Despojar mis clavos con tu vinagre, ¡no me hace más fuerte! Madrugar en tu espacio, no me ayuda a renunciar al sueño. Menos, si la teoría vale más que la práctica y no se acentúen en una verdad.

Desmerezco tus ruegos, con las típicas evidencias de que tu herida no solo se alimenta de sal; sino también de mis abundantes suspensos.

Creo en tu inocencia, pero no en tu libertad, restringida de auxilios de dependencias, reencarnada de aquellos besos tibios y exiliada en una confusión extranjera.

Quemar tu aliento por heladas mañanas y enfriar tu voz, el soprano despido de tu presencia, convertida en una puta tinta que no tiene rima…

intocables

Las pequeñas frases designan una inseguridad que advierte a las hienas (se acercan, se muerden entre si por huir) Cada tartamudeo demuestra un pensamiento de arenas movedizas (nadie quiere morir, por esta vez), y de un bostezo seco para ningún que otro sueño bulímico, que ensaña las lágrimas de un viajante.

La mirada se torna cansada, una bandera gris, que da señal al rival, para respirar, por última instancia, la polvareda de todos sus miedos. Entre tanto, una risa tonta se convierte en la última cana de una cabellera totalmente negra. Y es, entonces, el despido justo de señores que se dan un abrazo y no se juran amistad alguna.

4 DE JULIO

Nadie se hace cargo del horror. Ni siquiera, los que vieron de lejos ese irreversible defecto, y que ahora, el dolor de garganta imposibilite las voces de gloria de esos cómplices.

Los ideales vomitan el malestar de la falla (el tumor hepático crece y crece), cuando no evitan un pesar terciopelado en el amor más falso del viejo odio. Sin embargo, siguen bebiendo del mismo vino tinto desde hace ya veintiún años, sin embriagarse jamás. Con el recuerdo de una mañana fría, sin el amparo de varias ilusiones, y los cielos malditos por una reverencia, que esta llegando a su fin…