He vuelto a escribirle.
Quizá no cumplí la condena que había establecido hace algún que otro tiempo
atrás; o también, fue la necesidad de expresar mis gestos a través de éstas viejas
líneas. Fue dificultoso tener cuidado palabra tras palabra sin decir algún
extra fuera de contexto, paraque solo fuese un recordado saludo y no una
solicitud. Me temblaron los dedos, se hincharon mis ojos, hería mi nuca y los
dedos de los pies se congelaban; fue un puente riesgoso para cruzar el lado
opuesto de la mediocridad. Busqué el mismo equipo olímpico para ofrecer mi
reflejo entre los inviernos santos y las lluvias marginales, y poder así, dirigirme
sin detenerme ni cansarme, sin mentir, ¡y sin herirme! Regresé a las
afirmaciones repetitivas, elogios no tan seguros, saltos bajos, caídas sin
peso; pero, por suerte, duró lo que una nube logra deleitar mi vista. Los
cuentos y mitos se establecían como parábolas o poemas que se olvidan…
He vuelto a escribirle y, otra vez, he roto el
manuscrito…