jueves, 1 de octubre de 2009

Reflejo




...Y llego al rio de la plata, con los inviernos a tras. Mis manos, congeladas y curtidas, tratan de darse calor mutuamente cuando se acarician y se apretujan. Subo el paredón, me siento a las orillas de esas lágrimas contaminadas, que cautivan mi atención. Nadie esta, todos se cagan por el frío y nadie esta...Sólo, con vientos que juegan con mi cabello, y ponen duro mi cuerpo. Por instantes, el río forma parte de mis ojos y mi ojos del río; me ofrece tranquilidad, amor y vida; a cambio le regalo mi llanto y una mirada más salvaje.

Doy a conocer a mi escudo y espada: La birome azul (la espada), el cuaderno (la protección, quién sabe) Y...El que me hace más poderoso ante todo, el sentir.

Me dejo llevar por lo que siento y manifiesto algunas líneas, las cuales me dan excitación por un leve tiempo, lamentablemente. Lucho por no esconder mis manos en mis bolsillos, evidencia vigorosidad de este viejo invierno.

Aumenta los lloros más y más, por no encontrar a...Nadie. Quizá, por qué pertenecer a lo que no quiero existir, a pudrirme de desilusiones otra vez (amigo mío, sos el desencuentro de ilusiones, date cuenta), con la fe de fracasos y el puñal entre mi pecho...

Asiento el aliento de marcharme, ya con una sonrisa total en mi rostro pero con lágrimas puras de deseos. Dejo mis armas en el suelo (alguien los hallará), y me paro frente a esa inquietud de olas y me rindo a su alma; calmando parcialmente el misterio. Desaparezco sin promesas, para seguir viajando, eso espero...

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