domingo, 2 de agosto de 2009

Noche derretida

...Con una buena dosis de diversión, drogas, alcohol y sueño, atropello esa perversa calle Corrientes, vuelvo a los pasos que había dejado para llegar a mi casa de todos los benditos viernes. Regreso a aquellas esquinas bizarras, tropezando con la misma gente y otras nuevas, cruzándonos las miradas impuras, complejas cada vez que alzamos nuestra mirada. El olor a comidas rápidas seduce a mi hambre, cuando dejo mi vista fija en las chipas paraguayas, tortillas calientes, guisados clandestinos y variedades de tentaciones para el vacío estomacal; pero mis bolsillos se ríen de mí y con gran ironía me exclaman: "Jodete por pelotudo, no hubieras gastado todo en tus vicios" Trato de concentrarme en dejar de pensar en comer, pero al ver a esa mujer comer un pancho en ese kiosco(Pelo castaño, de unos treinta años, tal vez) aterra con más ansias ese hambre cruel, resaca de una madrugada fría y solitaria. Por fortuna pierdo a esa hembra con suerte, por mis rapidez al caminar para tomarme ese tedioso bondi ("¡faltan diez cuadras, la puta madre!"), e irme donde pertenezco.

Una vez en la calle Pueyrredón, las sensaciones se apagan por numerosas personas que buscan cobijo en los techos de tiendas, tapados con frazadas sin amor y diarios traicioneros para aguantar la helada de una madrugada tenebrosa(No describo la amargura que clavó mi atención por tres segundos ni el recuerdo impune de sus condiciones) El calor de mi cuerpo aumenta por las ocho cuadras largas de recorrido, deseo que ese calor llegue a mis pies congelados, como las pierna fría por la brisa y la fina tela de ese gastado jean azul; mis manos logran refugiarse en los bolsillos de la campera de cuero barato(negro arrugado, el amante perfecto para darle celos a la bajas temperaturas), con su doble capa de refugio; consigo tapar mi cabeza con la capucha de una camperita de seda negra(ahí se hallan las codiciantes pastillas hall de uva), entibia gran parte de esas zonas...Las luces son frecuentes por cada metro que supero, así como los ruidos y gran cantidades de vehículos que llena el infiel asfalto. Esquivo el basural a cada paso ligero: propagandas de putas, bolsas de residuos abiertas, volantes, paquetes vacíos de cigarrillos, cajas sin nada y más mierdas humanas...Me detengo a despedir el traje de los caramelos comidos en eso cestos de basuras lleno en su totalidad, pero la ropita entra sin engaños ni espacios. De reojo, mi atención se eleva a ese joven que tira esa colilla de cigarrillo en pleno tránsito sin tener remordimiento por el hecho; y pensar que miles hacen lo mismo sin culpa. Rio por dentro preguntándome: "¿Soy tan boludo por no seguir el desequilibrio de la mayoría de muchas persona? ¿Soy idiota por esperar la luz en rojo para cruzar, sabiendo que algunos cruzan en luz verde cuando los transportes están a metros arriesgando sus vidas? Me indigno por una brevedad, intoxico más mis sentidos cuando llego a la avenida Rivadavia: presiento las venidas de los niños de catorce años de los boliches de Once... Borrachos, drogados y con total libertad en gritar y golpear las paredes de las cuadras; nenas que alteran su edad, con ropas de amantes seductoras, que atraen vampiros sedientos de placer y adulterio. Temo la suerte de algunas primas pequeñas y de mi sobrina de dos años, contaminarse con la prevención de estos alocados y extraños tiempos tentadores del desastre...La madrugada se ve en una huida escrita cuando el cielo abre sus ojos de a poco para reinar un nuevo miserable día más. Todavía las imágenes no se borran, cuando los fugaces robos se enfrentan a una señora en manos de dos jovencitos de la calle, consumidos de malditas situaciones horrendas que, no quiero describir.

Más compatriotas se cruzan en mi visión, dejando una huella a mi opinión y tal vez se lleven un recuerdo de mi rostro...A una cuadra de mi parada, soy piropeado por una mujer del siglo XX, con sus tetas en aumento al descubierto, piernas encantadoras para hombres zafados, una voz actuada poco sexy, adornada de un cabello lacio largo y brillante, labios rojo como la sangre, mirada calentona de una salvaje y un pequeño bulto en ese vaquero bien apretado. Si, reina en las noches y bruja de día... la travesti me implora: "Hola amor, te hago un pete celestial, vas a conocer el vivo Dios de mis labios" Elevo una seca sonrisa alegre y le respondo: "Linda poesía, princesa de la noche" Prosigo hasta llegar al fin a esa parada, con los pies tibios de tanto curtirme y de vivir una vez más esa puta noche, hermosas putas noches…

2 comentarios:

  1. Bello recorrido por los pasos de la noche, con la crueldad y la dulzura que a veces se nos parecen tanto.
    Besos amigo, los viernes Ginebreros agradecen estos encuentros.

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  2. las calles del abasto tienen ese olor, amigo... un abrazo!

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