jueves, 17 de septiembre de 2009

Media noche



Resucito en horas de tantas otras medias noches...Renuncio por momentos a lo externo de mi vida (pares, sentires, mierdas...), y me trepo hasta el escritorio. Las melodías suaves e inspiradoras de un Mendelssonh, embarazan más las ganas de un despeje irracional, colina de letras en celo, que necesitan de mis orgasmos para parir historias que jamás se han escrito. Al mismo tiempo, me sirvo un fuerte whisky, semejante a la zarza ardiente que alguna vez cautivó a Moisés. Cada trago aumenta imaginaciones extirpadas de mis entrañas (en tu lecho de conciencia mora una hermosa puta, es barata, pero cuesta satisfacerla), para tener un equilibrio pesado hacía un vuelco total a los espasmos que siempre golpean en mi pecho. Mi sangre se deleita en la hoja áspera, tapa los espacios blancos de incredulidad por manadas de caballos salvajes que se escapan de dueños autoritarios para dirigirse a una profunda libertad narcisista. Sumo controversia a la subjetividad de hechos sentimentales de mis accidentes (no te lamentes, eres una persona, la controversia vive en vos), pero puedo vestir esos defectos con más amoríos, esas que tienen un triste final.

La música no se detiene, el ambiente sensibiliza mis ojos, por ese clima ¡tan difícil de creer! Me arrimo a la ventana y corro la cortina, la noche me trae brisas de nostalgias, que transformaré en una amarga poesía. Murmuro en voz baja: "Si lloviera...Si las aguas humedecieran la ventana..." Sin embargo, el cielo esta negro con billones de estrellas, sirvientas de una patrona que se esconde a veces y que aparece con un son penetrante a la vistas de cada oscuridad. Doy otro sorbo al malévolo alcohol, causante de un mareo evidente (siempre bebes pasando el límite, pibe), y enardecedor de una sonrisa graciosa. Vuelvo a mi lugar para seguir derritiéndome en el infierno que más me gusta, y en la cuál nunca quemo, escribir...

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