miércoles, 17 de noviembre de 2010

sol

El timón se rompe, pero el corsario sigue su rumbo. La helada, de los vientos, seduce al mar para que golpee fuertemente a la nave. El ruido se eleva en la noche asociándose con las espinosas lloviznas.
Los pedazos de madera se hunden en la bestia o se esconden en el piso. Las velas flamean de gozo, descosiéndose de a poco. La inundación gana terreno, arrastrando lo que ve a su paso…
Pero estamos en paz…a los pies del desastre, abrazados entre los cuerpos calientes de que no tienen miedo (pulsaciones del único amor épico), y con besos indomables que ejecutarán al placer. Ojos cerrados para el viaje acordado (no abras los párpados, mírame en la profundidad) de sin regreso. Marea entre la neblina destructora, que no puede dañarnos, y se aleja de nuestra aflicción…

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