domingo, 14 de noviembre de 2010

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Parece que todo se vuelve niebla. Caminar en la cuadra santa no entusiasma ni a un moribundo. Pero se puede curiosear la arquitectura de la iglesia: una estructura tan pensada como los rezos de santa María desde centenares de años. Los picos altos góticos, donde se haya la campana y algunos murciélagos (nadie admite la rabia en este lugar sagrado), que viven sus espíritus por las noches cuando las monjas desnudan sus hábitos y pecan a escondidas. Los alambres de púas que recubren sobre la pared paraque ningún infeliz entre a robar el amor de Dios. La vejez religiosa que se convierte en la grisácea mugre del descuido apropósito (ortodoxa incontrolable de la creencia y de la estética), que se asimila al cielo desde este preciso momento.
Transcribir la repugnancia desde afuera precipita una duda(interior quebradizo de enojo); ¿qué tal sería si encontrara adentro los últimos rastros de la gran mentira?
En la entrada, los imparciales discapacitados y limosnero levantan su lástima a cambio de una ayuda formal para la supervivencia de sus días. Creen que la piedad se halla en las puertas de los que pasan y saludan a las variedades de estatuas que se encuentran en el patio. Otros se refriegan de agua bendita para limpiarse de males(vino legendario hecha agua potable) Sin embargo, pocos acudan a su ayuda.
Los actores principales se hallan adentro y por el costado de la dinastía. Donde los asientos se llenan de infractores y piden por sus asuntos. No puedo evitar, estando afuera, la conversación de una mujer llena de paganismos:
—Virgencita, ayuda a mi papá en esta enfermedad y dame fuerzas para resistir el embarazo—. Los pedidos son más que debilidades caprichosas que encierran un panorama de fe en cualquier imagen. Tampoco pude controlar la risa de la multitud que se acerca.
En cuestiones tempranas, se acerca un presentador vestido de negro y con una cruz gigante en el cuello, pregonando e interpretando las bendiciones de Lourdes en toda la tierra (miles de competidores hechos santos) e instalando la verdad de la vida por sobre todo la perversidad del nuevo mundo (hipocresía de la misericordia no recordada de las espadas bañadas de sangre de los desubicados) y ora por la paz violada.
Retiro inmediato de la manada, cuando la lluvia desata su orgasmo con disciplina y me arrebata el espíritu, escapando de aquél lugar…

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