miércoles, 10 de noviembre de 2010

Perfiles

— ¿Cambiaría la dignidad por el inexistente frío que busca su aliento?—. Naturalidad y habilidad en la cuestión más fácil para el decaimiento periódico, que construye el verdadero dogma hacía el aprendiz calmado:
—No encuentro pistas ni resoluciones para la pregunta enredada. Podría estar cerca si dijera: “Vendería el dolor de cabeza si encontrara un motivo para no amarlo. Si sintiera incomodo la fiebre de mis ojos, tras ver la iluminación empalagosa fundiéndose en mis ideas, ¡y en esta mirada reflexiva!”. Sin embargo, quedará para mi conversación personal y no para tu respuesta—. Incursivo decir en la profunda imprenta de la duda. Evidente evite para descubrir el por qué de tantos accidentes:
—Siempre con el capricho del misterio, con la cicatriz intacta en su discreto rostro. Nunca una única opinión en su regazo, ¡deben ser miles! ¡No importa la reacción, sino todo el por qué! Me acuerdo de un dicho tan reflejado que me dio a conocer: “Salomón ha tenido mil mujeres en su poder, sosteniendo su autoritarismo en casa beso. Y yo tengo mil nebulosas, que las busco, antes que me dejen, para besarlas y olvidarlas. ¿Quién necesita demostrar “la hombría y la ambición”, el hijo de David o yo?”. Esa vez no pude revelar tal discurso, Tampoco ahora, pero me acerco a adivinar en cualquier momento—. Patética manera de desequilibrar un adversario amistoso, por el ego inocente de párrafos olvidados:
—No te bases en mi formación. No resuelvas crimines a simple vista; acordate que existe un por qué. Nadie es salvo solo porque no se enoja, ni siquiera por no tener diferencias. Toda entrevista muere cuando el entrevistado curiosea al entrevistador, y éste no sabe responder en forma profesional. Por ende te formulo: ¿Realmente son las preguntas que sentís o son las conocidas improvisaciones para no concordar conmigo?—. Bala de plata en la sien de una cabeza de cera en el verano deprimente. Ambas risas perfectas de astucia y planes para ninguna victoria:
—El carisma no logra crecer en proporción con la simpleza o la bruta modestia. Jamás la concordancia estará de mi lado con usted. Sería el fin de las inundaciones nerviosas. Lo cual voy a rendirme a usted solo por su solidaridad por ayudar en su guerra y dejarme verla de cerca. Y tengo resuelta el enigma: Salomón solo fue un títere. El que busca la hombría soy yo, y el ambicioso es usted, nunca terminará de conformarse con la vida, ¡ni con usted mismo!—.
—Va entendiendo, amigo mío, con mucha clarividencia…—

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