domingo, 14 de noviembre de 2010

Sociabilizar

La cerveza tiene un gusto raro. Un poco caliente y con un bajo autoestima con respecto a su sabor.
—Edinho, ahí tenés empanadas y sanguches para comer. Sin vergüenza, dale. —Animo de recibimiento en un salón repleta de personas por parte de la organizadora. Algunas que he cruzado y otras que nunca he visto, pero ellos tal vez si, por la curiosidad intacta de mi llegada.
Todos forman pequeños grupos de charlas, mientras los niños trabajan con su alegría, jugando sin parar alejados de las mesas. No encuentro una ronda conversación que me convenza, si bien estoy entre medio de dos equipos que debaten diferentes cuestiones.
Transpiro, tomo más cerveza (el único que toma, desgraciadamente) y observo todo: las sonrisas que se empalagan por el evento; las miradas dormidas que están a punto de caerse; las idas y vueltas de comentarios hacía algunos familiares que llegan tarde; el aburrimiento total de los que los obligaron a venir; las chicas jóvenes que no ven la hora para irse e ir a bailar a algún boliche perverso. Sin embargo, me cautiva a la principal organizadora, que brindó el tiempo con trabajo, sin dormir, sin pedir ayuda a los que ahí están (nadie esta cuando uno lo necesita), dejando el entusiasmo en éxito y corta felicidad.
Desvío la atención y me centro en pensamiento, Desabrocho un botón de la camisa y genero una conversación con preguntas con asombro, cuando término el caliente y pésimo vaso de cerveza…

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