lunes, 13 de junio de 2011

Exploración

— Sé que calmo tu paciencia y tiempo, pero… ¿cómo se hace éste ejercicio que indica la planilla?—. Trigésima tercera duda de los dos amigos que asisten al gimnasio. Habladuría interna quejosa del preparador, entrenador, zángano musculoso, universal trainer, vaya saber el rol cumplido…de la persona que está cargo para brindar servicio. Doble demostración y marcha hacía atrás del profesional, cuando designa:


—…Hagan cuatro series de ocho. Usen cinco kilos para que no se lastimen—. Intentos casi imperfectos, peso impensable por ser la tercera vez, movimientos innecesarios de las articulaciones y músculos, más errores que son desapercibidos por el guía, que se concentra en fortificar la figura de su novia. Carcajadas incomparables de NIETZSCHE y búsqueda desesperada de los pesos indicados de FORD, que se tambalea por todos los aparatos y la multitud.


Apreciación del sentido común, al ver los dibujos de la hoja y la relación homogénea de cada ejercicio corporal o maquinario. Más improvisaciones para los enojos de esos dos cuerpos incomprensibles, que triplican las series sin prestar atención.


Mirada despectiva de las personas hacia el filósofo extinguido y del fabricador revolucionario, que se esfuerzan con la barra, sin haber puesto ni tres gramos de bloques. Cauteloso encomendación del pensador a FORD, paraqué la función sea más degradante:


— Fíjate que nadie me mire la cola, mientras hago el ejercicio…—. Total diversión de ambos, cuando los demás tienen la cara seria. Aunque todos, quizá, vienen por su cuenta sin importarle lo que hace el otro, pero la mirada es exacta e indomable.


Otra piedra en el camino, pensar no solucionaría el problema, así que NIETZSCHE se enfrenta nuevamente al calvo explicador. Al acercarse, ve como se come la banana agria y esciente:


—Primero, buen provecho. Espero que lo estés disfrutando…No sabemos esta actividad, ¿cómo es?—.


—Mmm, gracias. Tenemos que ir ahí y les enseño…—. Un nuevo aprendizaje, una sola explicación y millones defectos que no son captados por el mismísimo. Quintuplicar el nuevo hallazgo seria lo indicado para los extranjeros. Cansancio y dolor, respectivas mujeres y amantes.


Descanso obligatorio. Experiencia que se puede sumar una reflexión sobre lo que sucede. Palabra del desaparecido al oído de FORD:


— Todo esto es una competencia. Se miran entre sí, buscando perfección. Podemos definirlo como “narcisos olímpicos”, “ego transpirado”. Lo peor son las fotos que están pegados en algunos costado, para tener ese cuerpo soñado. ¿Hasta qué punto, puede uno no defraudarse, cuando mira esa pintura y después observa su cuerpo real? ¡Confunde lo que uno necesita!—.


— Claro, lo mejor seria trotar, caminar, hacer ejercicios naturales. Competir con uno mismo es una forma de ganar, ¿no te parece?—.


— Absolutamente. Auto desafiarse es correcto y menester. Ante la envidia ajena ojos bien dormidos. Sin embargo, un culo natural como el mío no es fácil de lograr. Deberían comer más berenjenas los contrincantes…—.


— ¿No contradice lo que dijiste, recién?—.


— Juego con mis convicciones, tranquilo…—.


Ratos de más preparaciones físicas, entrada y retirada de personas, música fuerte para estimular las ansias, dopantes que distraen al estrés. Regreso a la vida urbana de los dos forasteros, antes de una última descarga trágica-suspensa-comedia del preguntador al giro de atención del maestro titular.


— Como siempre, es un placer que nos enseñes paso a paso lo que tenemos que hacer. Para nosotros, es importante tener una comunión cuerpo y mente. Son las pocas técnicas para tener un fuerte amor propio. Gracias por la paciencia otorgada. Siempre le digo a él—señala a Ford, mirando sus brazos— que Roma no se hizo en un solo día, ¡tardó cientos de años!—.


— ¡Ah!, ¿si? Lo importante es que lo hagan bien y no se lastimen—. Misma aclaración de los comienzos y floja reputación de la verdad—.


—Bueno…espero que tengas la misma tolerancia desde que empezamos. Nos vemos la próxima, hasta siempre…—. Fuera del hospital del reencuentro, FORD advierte un acontecimiento sabido:


—Escuché risas cuando salimos de ahí. Te tomó como un actor humorista…—.


—Lo sé, era el plan. Sospecho que, pensó de Roma como la calle que está a cinco cuadras de acá y no el imperio que yo hablé. ¡Acórdate que, solo conoce una parte de Grecia!—.


— Es bueno creer lo que uno nunca puede ser. Tus palabras a veces son divertidas… ¡deja de mirar tus hombros!—.


—Upsss, perdón, no puedo evitarlo…—.

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