—Falta muy poco para que descubra una
resistencia fuerte para el Sida. ¿Qué pensarías si te dijera que, ese virus
puede “bloquearse” por un germen herbívoro? Estoy entusiasmado, amor mío. Si
todo va bien, haré una conferencia paraque el panorama mundial reciba esa
noticia. Por cierto, no voy a poder ir junto a vos a la casa de tus padres,
perdón—. El Dr. Fructuoso Mott conversa con su hermosa mujer, Agar.
— ¡Sos un genio, papi! Desde hace diez años
ya que estás luchando para encontrar la cura. Cuando estés en esa conferencia,
voy a estar al lado tuyo, aplaudiéndote y animándote, papi. Mis padres
entenderán, cielo. Me voy, sino se enojan cuando el asado se pone frío. Te
amo—. Algún que otro beso apasionado. Como si fuera el último. Habladuría
pequeña y marcha hacía el auto.
Otra
habilidad, otro uso de los suegros y un encuentro formidable. Agar recoge a su
compañero sexual, cerca del río. Joven, atrevido y un desarreglado, Leonardo
Scarpino. Los dos en el auto verde, quitándose la ropa con rapidez febril, fuerza
ilícita. Desnudez fatal y sexo anti religioso, cercano a la oscuridad. Vapor de
necesidad, gemido-poca respiración, semen Pompeyo, flujo Venus. Otra noche de las doscientas noches
compartidas, mujeriego como rey, mujer-olvidada como reina. Paz, vino y grupos
de palabras:
— Mmm, siempre tan toro español. Mmm,
pendejo, me haces disfrutar bajo el infierno. Te noto más delgado, ¿vas al
gimnasio?
— Nadie puede controlarme, mami. Sos una
yegua hermosa. No, hago ejercicio cada vez que nos vemos, que por cierto, lo
hago muy seguido. ¿Con qué le saliste, esta vez, al Dr.?—.
— Le dije que iba a la casa de mis padres. El
me cree, soy su diosa, ¿también la tuya?—.
— ¿Y si llama a sus suegros y se da cuenta
que no fuiste? ¿No sospechará algo?—.
— No va a llamarles. Esta concentrado en el
avance contra el sida terminal. Confía en mí y en mi mamá. Relájate. Contesta
mi pregunta, lindo…—.
— ¿En serio que va a encontrar una solución?
¡Muchos están infectados de eso! Sos mi diosa y por vos ardo—.
— Mmm, veamos si lo que decís es verdad. Mmm,
ups, se me cayo el anillo entre tus piernas, ¿puedo ir a buscarlo?, ¿me dejas,
bombón?—.
— Discúlpame por el gran bulto. Buscálo,
corazón. Espero que no lo encuentres…—. Amanecer que muestra su caballera
colorada y aventura que no tiene fin.
Los tsunamis, volcanes, tornados, huracanes y
guerras arrasaron con el Suelo y con el tiempo. Las investigaciones del Dr.
Mott continuaron con expectativas, Agar desde hace tres meses no pudo ver a
Leonardo; la esquiva la tenía atormentada, insistía sin perder la esperanza de
encontrarlo. Amaba a su marido pero deseaba a ese joven maleducado. Se operó
las tetas, se hizo liposucción, hasta se arregló la nariz por tan solo atraer a
ese desgraciado sexo-pata jovencito. Pensaba en él cada vez que hacía el amor
con el aburrido Dr. Recordaba su cuerpo bien marcado de abdominales y los
brazos de boxeador. Extrañaba su transpiración que fue bañada con tanto placer,
lo necesitaba.
La
llamada del muchacho fue un hecho. Le dijo que estaba internado en algún
hospital y pidió que lo viniera a ver. Le explicaría su problema, una vez que
ella estuviera ahí. Fue inmediato, trataba de descifrar el por qué de su internado
y desaparición. Se sorprendió. Ya no era ese gladiador gigante ni el atleta
ganador que tanto le gustaba. Flaco, pálido, suero y una sonrisa fracasada, ese
era su hombre actual:
— ¿Qué te pasa, Leo? ¿Por qué desapareciste así,
tan cruelmente?—.
— ¡Que hermosa que estás! Estoy enfermo,
tengo que decirte la verdad—.
— ¿De qué verdad me hablás?—.
— Tengo pulmonía y…—.
— ¡Ya me estabas asustando, pendejo! Voy a
cuidarte, así estás mejor y podemos ir al Telo—.
— ¡Dejáme terminar! Hace seis meses descubrí
que tengo sida. Me estoy muriendo, mami—.
— ¡Sidoso de mierda!, ¿¡por qué no me lo
dijiste antes!? ¡Basura! ¡Canalla! ¿¡Te das cuenta qué me infectaste!? ¡Voy a
matar a mi marido, también!—.
— Me hubieras pedido que me cuidara. No tuve
la culpa de tu descontrol. Me apena por el Dr. De cualquier manera,
discúlpame…—.
— ¡Sos un hijo de puta! ¿No te apena por mí?
¡Quién manda a meterme con estúpidos
como vos! ¡Ojalá te mueras!—.
— Voy a morirme, tranquila. ¿Ahora soy
estúpido? Eso te pasó por infiel, ¡por calentona! ¡Andáte, tengo sueño!—.
— ¡Mataste a tres personas, idiota!—.
Escupitajo y golpe de puño a la cara del enfermo ex amante y marcha con gran
velocidad.
Giro de los hemisferios de Agar, besos de
lengua del Dr. y llanto culposo de la victima. Rareza del matrimonio, conquista
de noviazgo:
— ¿Qué pasa, mi amor? Te noto amarga y
furiosa. Te he extrañado—.
— ¡Que bien, bebé! ¡Yo también he pensado en
vos ¡Voy a estar siempre a tu lado, hasta que la muerte nos separe, hermoso!
¿Estarías con otra mujer?, la verdad…—.
— No lo creo, estoy bien atendido. ¿Y vos, me
engañarías?—.
—Shhhh, besáme. Te amo—.
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