domingo, 31 de julio de 2011

Limonada




—…quiero dejarte en claro que, ninguna ronda me hace marear. Aunque te mande en el seno de mi enojo, siento amor por vos. ¿Sabías que todo lo que sale de mi boca son tan solo canciones?—.


— Logré encontrarte la vuelta. Por eso no puedo tomarte en serio ni odiarte. Tanta potencia hay en tus ideas que tu mecánica no basta. ¡Sos una etapa olvidada!—.


— Gracias. ¡Este nunca fue mi cuerpo! ¡Me lo robaron en una madrugada! Los años me van rejuveneciendo, ¡es más!, creo que regresaré como un embrión. ¡Puedo llegar a ser!—.


— Todo el tiempo lo sospeché. A veces no sentía compasión por toda tu victimización que me inculcabas, pero ahora proyecto que, no fue tu voluntad hacerlo, sino que, es la tinta de tu magia. Usar tristezas y convertirlos en actos repentinos, es un retrato químico. ¿El asma es tu oro?—.


— Te agradezco tanto. Voy a decirte que, desde niño, tuve ceguera hacia mis alrededores, cuando andaba en bicicleta con las ojotas inmensas de mi padre. Ayer deseaba y hoy no dejo de hacerlo. Tu amistad es la gravedad que me hace poner sobre las aguas y soy gozoso de eso. El asma es mi oro, donde rio cuando el aire no llega, desencantando la imposibilidad. En instantes memorables, veías como la carcajada besaba mi tonelada, cuando pensabas que me estaba muriendo. Son las moléculas saladas de la abundante miel—.


— Lo recuerdo. No sabía como traerte en si. ¡Parecías el hombre más feliz! Arranqué algunos de tus cabellos para que dejes de reír. ¡Respiraste delirio por diez minutos!—.


— Respiré fuera del cosmos. ¿Lograré dormir fuera de el? ¡Vamos!, ¿otro vaso con jugo de limón?—.

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