domingo, 27 de febrero de 2011

Masoquismo


—Quiero volver con ella. No puedo encontrar oposición alguna para no verla. ¿Qué puedo hacer?—.

—Primeramente, sos un masoquista y terco por no afrontar la real situación. ¿Dónde quedó la afirmación de: “nací, vivo y desapareceré sólo”? ¿Por qué no afrontar la pérdida?—.

—Me conoces…no puedo librar los hechos si tengo las dificultosas dudas. ¡No merezco un rompimiento en un lugar inseguro y tan ingenuo! Siempre reafirmaré mi postura, aunque lo interpretes como contradicción…—.

— ¿¡Por qué no dejas morir lo que nunca vivió en vos!? ¡Jamás te amó con el descuido que querías! ¡No puso logro para tu complicación!—.

—Amigo, mío. No todo se basa por las formas en que se dan las cosas; también hay que intervenir, de forma informal, las conveniencias personales. Más allá del trauma y el asombro, se puede aliviar éstas instancias—.

—Ah, ¿si? ¿Cuál es la salida perfecta?—.

—Negar y crear a semejanza los próximos capítulos que se disfrutará. Rehúso a sentir la racionalidad de todo—.

— ¿Y de qué vale volver con “la estupidez” que tanto añoras?—.

—Volver a reflejarme en esos vidrios rotos; cortarme cuando trato de mirarme, y por fin, amarme y reconocerme. El tacto será un descanso para la ansiedad y el beso…introducción sobre el límite de toda razón, mientras mis ojos continúen despiertos. Cuando las brazas quemen mi equilibrio existencial y la lluvia moje la credulidad de mis últimos días.

De eso me vale y me conforta, al menos hoy…—.

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