domingo, 17 de octubre de 2010

Una persona simple...


— ¡Sos la persona más simple que puede haber! Puedo analizarte a través de tus gestos y de tu tartamudeo—. Una sinceridad tan nefasta, como el vaso de cerveza vacío, se escapa de la voz de mi amable amigo. Empezar una conversación de ésta índole, tras meses sin vernos, es la evidencia de que esta enamorado y sufre por una mujer.
— ¡Estas mintiendo! Cuando una persona desvía la mirada hacía un costado es porque no se haya seguridad y oculta la verdad perdedora—. Más perfil alto en un lugar indicado: en una pizzería. Demostraciones de crecimiento por el comportamiento, cuando otro análisis policial se descifra mientras me rasco la oreja.
—No quiero ser fanfarrón en mis teorías. No intento que te moleste mi forma de ser. Me gusta el significado de la palabra “comportamiento”—
—Me he dado cuenta, Freud. No me enoja que experimentes, ¡pero no lo hagas conmigo! ¡Déjame, por lo menos, masticar y tragar la porción de pizza!—. Ambos reímos de amistad. Me pregunta sobre mis días y el rumbo que he de tomar. Respondo cada incógnita, alargando las respuestas, pero no consigo satisfacerlo:
— ¿Por qué reaccionas así? ¿Temes que no te crea? ¿Qué diga algo sobre lo que decís? —La impaciencia se vuelve una botella de cerveza y la densidad en más murmullos. Por fortuna, llaman a su celular y deja de atormentarme. La novia busca explicaciones por el horario de su ida; él se hace el fuerte ante los reclamos, pero no logra disimular el compromiso.
— ¿Sabes algo? Puedo deducir tus gestos. Cuando frunciste la ceja es por que te retó y cuando cerraste los ojos es por que te dijo que vayas a su casa—. Ocupo su lugar. No ríe tanto como antes, pero continúa esa mirada dura ante mi risa:
— ¡Nada que ver! Sé manejar la situación. Pedí la cuenta así nos vamos, es tarde—.

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