…Y su seguridad se agobia. La valentía se atrasa por el supuesto remordimiento que tendrá al concretar una hazaña.
-¿Qué puedo darte? No tenes la culpa de venir. ¡Y yo por estúpida te he llamado!- Una charla familiar une a una mujer egoísta y a un ser que escucha en el interior de su vientre.
La insegura, toma la iniciativa que tanto quiere…Recurre a su única solución: en algún lugar clandestino (donde se halla una terapia de finales sin vueltas, ocultos en blancas muertes y negros recuerdos) ocupado por dioses falsos.
La espera se hace larga. Los nervios forman parte del mismo mundo de terror… Se mira la panza. Acaricia a su amor(Ella no sabe que esta enamorada de él) invisible y habla sus últimas líneas:
-Te dejo en las manos de Dios. Nunca me perdones…- Y todo calla, nublado de más incertidumbres.
Entra en las profundidades de un cuarto frío y con cientos de muertes a su haber. Se acuesta. Abre las piernas a un desconocido asesino (la mirada pálida hace juego con su piel sin vida), que empieza su labor…
Las garras metálicas penetran su vagina, hasta llegar a la presa (sabe que lo están buscando, trata de resistir) que acorta su fin.
Ella, siente como su sub- vida se mueve en sus entrañas, aclamando piedad por vivir y estar en su pecho.
Llora…al no sentir sus movimientos por la caza exitosa de los malditos y por ocupar el rol de Diosa: crear y dejar morir…
Corre asustada, avergonzada de todo su menosprecio a un inocente.
Llega a su casa, se sienta en el sofá. Llena su vaso de whisky puro y enciende un cigarrillo rubio. Tiembla sin controlarse, los llantos toman significados de desesperación y añoranzas que no verá jamás. Se da cuenta, en fin, que realmente ama a su querido difunto. Tuerce sus puños y se rinde en su escritorio. Agarra la mágnum con terquedad y lo pone en la boca. Alzando un leve respiro, aprieta el gatillo y pone punto final a sus magias negras…
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