domingo, 16 de junio de 2013

Dejadlos



Dejad que pasen esa manada de toros ardientes, vienen por mí,  interrumpo sus rumbos. Siempre bajé el pulgar en cada intento de sus fugas, anulé sorpresas  e ingeniosidades de éstos malolientes, pues pudieron haber muerto en los desiertos y en esas aguas contaminadas. Afilé sus guampas, contagié frialdad y rasgué su cuero-carne con esos significados de guerrillas y misericordias. Olí, aprecié y apreté sus bostas contra las informalidades del respeto. Inventé y destruí sus nombres, el mundo-espacio convirtió a esos rugidores en bestias, cada gota de sangre era peligro para sus supervivencias, sus pulmones almacenaban  el fuego pestilente de los roces y los convertían en depredadores despreciables. Insectos  caídos, que supieron tener relación, amor en abundancia, muerte próxima.
 Cejas fruncidas, pezuñas fuertes, cuernos asesinos y un atropello silencioso. Dejadlos…

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