¡Desobedecí tanto! ¡Tanto, tanto y
tanto! Tuve chances para subrayar algunos acuerdos y oficializar las equivocaciones,
a través de grandes actos. ¡Que bien me fue! ¡Hablé con complicaciones para concordar un hecho corrupto! Los diarios
ofensivos pusieron: “Un mafioso repetitivo encarcelado” “Cayó “lengua torcida”
“Se traba mafia violenta”. Rompí esas
leyes en que consistían tener lástima a los que no poseen con normalidad su
cuerpo o su mente. A decir verdad, no solo trafiqué, ¡también maté! ¡Le di un
terrible tiro en la frente a mi jefe! ¿Por qué?, ¡porque me dijo que hablaba
como el orto! Ahí y con frio lo mandé directo al basural. Los otros jefes se
impresionaron por la ida de ese estafador colombiano, tuve que desmentir sin
estancarme en ninguna palabra. Usé un vocabulario simple con muchas palabrotas
para no entrar en nerviosismo. Convencí a cada uno y logré avanzar un poco más.
Solía empolvarme la nariz, inyectarme y fumar, y comprobé con éxito, que aunque
los delirios se hicieran fuertes, el hablar seguía siendo defectuoso. Los
principios que había recogido, los ignoré. Dejé de aceptar algunas cualidades
que tenía. Quemé cada objeto que me identificaba como “buena persona”. Borré
esa sonrisa tonta y cicatricé mi rostro
como señal del mal. Me cogí a todas las chicas exuberantes y a sus respectivas madres.
Reconocí a diez hijos de cada puta diferente; los distancié de toda
asquerosidad paraque estudiasen y sean lo mejor de mí. Contribuí a la buena
vida de mis hermanos y sobrinos; a mamá le compré una casa a orillas del este
de Brasil. Adelgacé, forme músculos, tatué la mitad de mi cuerpo de escrituras mías
que marcaron cambios. Ninguno de mis hombres o ajenos, hizo una mueca de risa
ante mis charlas; yo era el serio y el más helado de los violentos. Temí a ser más
malvado del cual ya era, hasta que dormí con hipocresía en tanto mataba a otro
lagarto hijo de puta. Sorprendí a mi novia que estaba revolcándose con un
lacayo drogadicto, en un hotel barato, afueras de la Gran ciudad; primero le
dije que ponga todas sus alhajas, ropa y las llaves del auto en una bolsa:
ella, aterrada, me suplicó que la perdonase, y yo, solo dije algo leve: “Te
perdono, adiós” .Luego le atravesé el cráneo con una recortada, y al traidor,
lo torturé hasta ahogarlo con su propia sangre. ¡La muy zorra no sabía que le
puse un rastreador en su celular! El dolor era tanto que, busqué a la familia
del infeliz, supe que tenía una hija de diecisiete años; así que la secuestré y
la violé hasta matarla. Un hombre que hizo justicia, eso era un alivio
¿Cuál fue mi error para que me atrapasen? Siempre usaba personajes, me transformaba en
gordo, calvo, pálido, triste, divertido, y varios adjetivos más por el solo
hecho que no fuese reconocible. Un medio día de calor, estaba sentado afuera de
algún simple café, de traje, anteojos, pelo largo, barba candado canosa. Para
ese entonces, era un hombre buscado y peligroso, si se podría decir. Retomaba
algo de mi identidad aniquilada. Leía de a ratos a Juan Pablo Fieman y Arthur
Rimbau, y leía una frase, que había compuesto alguna vez: “No escaparás de la
ansiedad, ni siquiera muerto” Volví a sentirme humano y completamente
desubicado. Enardecía ese espíritu solitario desvalorado, cuando en repetición,
sentía esa molestia en la nuca por ver al ciego que estaba en la esquina
tratando de cruzar, si algún vehículo se detuviese para darle el paso. Corrí
sin importar el riesgo, daba señal a los burros con licencia que tenía cruzar
urgentemente. El viento era feroz, el atuendo se perdía en cada metro, volví a
verme a través de las gafas del viejo y quedé impresionado. Lo llevé hasta el
otro lado y el agradecimiento fue tal, que me dio un peso de propina. Enfrenté
al sol y después de varios años, una lágrima repasó mis mejillas. Había vuelto
a mi universo, no me dio vergüenza sentir la perdición de mi ubicación, alcancé
la gruesa inmensidad de ser otro extraño, mientras la policía me tenía rodeado
y el ciego proseguía a marchar, gracias a su instinto. Esperaba a que me
tiroteen o me tirasen con granadas, pero solo obtuve pedidos de los oficiales
paraque me quedara quieto y no resista. Debía pagar una causa, aunque fuese totalmente
inocente…
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