Mi familia como muerte y privilegio. Cuatro hermanos que me tuvieron en sus brazos y entre sus risas; tres hombres y una mujer, buenas vistas y pocas quebraduras. Una madre que hizo posible convencerme de escapar de su cuerpo. Un padre que me adoptó como su único corazón y como poste de sus hundidas quejas.
Dejar morir la causalidad de una partida, sin pensar en la tuberculosis ni en otro mal extraño. Impedir que la alegría infantil cese y que se olvide, pese al contraste de la divina vida…
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