domingo, 9 de octubre de 2011

Cartón, madera y...

La vida del Dr. Mott seguía sin tener prioridades y mandatos. La cabellera larga y la barba gruesa, corroboraban su hermosura natural, al igual que, el traje roto y los mocasines descosidos. Del amanecer a la noche, del cielo desnudo a la exageración de los vestidos con su reciente transpiración, esa humedad que limpiaba su cara; su viaje no terminaba.



— Mmm, rica pizza. Lástima que el queso no está en buen estado. Sin embargo, “Tronador” hace la mejor pizza. ¿Queres probar, Paco?—. Alegría del vagabundo junto a su perro, comida obtenida en la bolsa de basura de algunos locales. — ¿¡Me estás jodiendo!? ¿¡No te gusta!? ¡Sos el único canino fino que conozco! ¿Tampoco estás a gusto en ésta supuesta casa de madera y cartón, al lado de las vías del tren? ¡Hubieras topado con un hombre burgués!—. Sermón de la realidad, mirada brillosa del animal y mordisco hambriento de la porción. — ¡Muy bien! ¡Buen compañero! Abro la otra bolsa y veo si hay algo de bebida capitalista, así tomamos—.La lluvia ensalzaba la media noche, los charcos se apoderaban del suelo asfaltado, frío tatuado de viento sin paz, árboles inquietos a punto de dar sus primeros pasos. Ningún alma temeroso en los alrededores; solo el mojado Dr. con su caminata y su bolso colgado. Reposo de sus pasos y del espíritu para gritar su identidad a lo alto.


— ¿Quién es ese loco que grita? Debe estar ebrio… Mmm, pensándolo mejor…se mantiene parado, así que debe ser un loco como nosotros, Paco—. Observación desde una rotura de la casa del vagabundo. Salida hacía la función tormentosa y de un llamado.


— ¡Pare de gritar y venga! ¡Se va a enfermar!—. Cable en el fondo de la tierra del Dr. Fija atención al llamado y dirección semi apresurada hacia el palacio de madera y cartón. Potencias que se encuentran por primera vez, impresiones de las casualidades.


— Tome esta manta y séquese un poco. Ahora le doy ropa—. Bienvenida bondadosa, un ciruja acogiendo a un extraño y un perro durmiente. —Aquí tiene, compañero. Le traje también algo de pizza y restos de empanadas. Coma y después hablamos. Mientras busco para tomar—. Hambre que desparece, placer de comer sin masticar. Estudio de las genialidades de la arquitectura, de parte del Dr. Pequeñas ratas y bichos que se presentan por el piso. Ruido de la ida o venida de un tren carguero. Más admiración y comienzo de la charla:


— ¡Muy buena construcción! ¡Lo felicito! ¡Tiene una gran maña! Por cierto, gracias por convidarme de su cena. Mi nombre es…—. Trata de olvidar lo que fue, inventando un nuevo nombre. — Rogelio, ¿y el suyo?—.


— Mucho gusto, Rogelio. El mío es Juan. ¿Por qué gritaba al cielo? Por los relámpagos, creo que estaban discutiendo…—.


— No está tan errado, amigo mío. Fue un desahogo para que supiera que estoy vivo y más perdido—. Mueca simpática del Dr., por la pregunta de Juan. Corriente con abundante voltaje.


— Somos tres entonces, ya. Usted, mi perro Paco y yo. Improvisar con lo que uno tiene y sobrevivir bajo la dificultad es realmente vida. Eso es lo que creo—.


— Hace seis años que no me pongo de acuerdo con alguien. Vivir es la constante superación de encontrar formas para no morir. Si renunciar a los privilegios es vivir, pues quiero respirar eternamente. Lo que ha hecho con simpleza lo engrandece. ¡Hasta tiene un amigo que está dormido!—.


— Vivir…Ahora critico, pero no me gusta estar así. Dirán: “Es una victima de la pobreza” Eso me encanta, porque cada día soy más rebelde y más paranoico. Pero a la vez, quiero que todo sea fácil. Tengo sesenta y cinco, no soy un muchacho.


A Paco lo encontré en una caja hace diez años. Lo abandonaron y yo lo adopté. Doy mi confianza solo en él. ¡También es mi psicólogo! ¡Me escucha todo el tiempo!—.


— El cuerpo no es suficiente. No se puede renovar nunca, si cuidarlo. De toda manera, es un sabio de la dificultad. Algún momento me toparé con usted para aprender ciertas magias—. Quita de la ropa otorgada, puesta de las prendas húmedas y pronta retirada.


— ¿¡Por qué tanta reverencia!? ¡No tiene concordancia! ¡Usted es el que desarrolla la conversación! ¡No entiendo! ¿Quién es, exactamente?—.


— Es lo que estoy tratando de averiguar. Defíname cuando me vaya de su hogar. En fin, me iré con el gusto de haberlo conocido. Me espera una inagotable lluvia—.


— Igualmente. No miré nunca atrás—. Estrecho de manos vigorosas. Salida y últimas palabras:


— Lo recordaré. ¡Hasta siempre, Juan!—. Comunión con la oscuridad multiorgásmica y otro rumbo. Última mirada del vagabundo tras las espaldas de su visitante: “Usted es un mal parido y un desubicado. ¿La felicidad lo alcanzará?.


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