miércoles, 22 de septiembre de 2010

Enseña

—Sentate en la cama y escucha lo que te voy a leer— La miro con seriedad a mi sobrina de tres años, que presta atención a lo que no entiende. La lectura se basa en un poema de puras lesiones. Escucha y sonríe en cada frase, mientras se cruza de piernas como una señorita y pregunta algunas cuestiones que no puedo descifrar.
Después de terminar, ella toma mi lugar y se propone a contarme una breve historia: —Escucha, tío. Había una vez un guau guau…— Las repeticiones de esas oraciones fueron densas, pero interesante tras oír un pequeño cuento de una nena terrible y con gran carisma.
—Vas a comprobar, algún día, que todos mis retos fueron necesarios y vanos para tu educación— Ríe a carcajadas por mi seriedad y sale de mi pieza corriendo…

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