jueves, 22 de septiembre de 2011

La gran trampa


— ¡Ayyyyyy! ¡Me duele! ¡Es insoportable!—. Espera del quinto hijo de la misma mujer. Bebé que no quiere salirse del cómodo vientre.


— ¡Siempre lo mismo! ¿¡Cuántos hijos vas a tener!? ¡Puja, puja! ¡Enfermera! ¡Súbase arriba de la mamá, así traemos la cabeza hacia la vagina!—. Dr. Núremberg, amargado y salvaje. Los anteriores hijos de esa mujer han pasado por sus manos y por su brutalidad.


— ¡Ya no aguanto! ¡No me hable así! ¡Lo voy a matar, viejo!—. Sin explicación oracional de la fuente de vida que debe llenarse. Trabas en el camino, ser que no quiere ver el sol ni los cuerpos de las voces.


— Se nos ha ido el control. Vamos a cortar un poco y usar las garras metálicas para sacarlo. Espero no causar tanto daño al bebé. ¡Es esto o que muera la madre!—. Cansancio por las cuatro horas del evento. Método riesgoso, efectos que cobrarán sentido, si esto se concreta. Puertas cerradas de la habitación paraque no entre más nadie.



—“Amor, vida, encantos de mi corazón…”—Canta la Dra. en pediatría, Gutiérrez. Termina su turno, pero revisa todas las salas, por si acaso.


Entra al lugar donde todavía hay problemas por la salida del niño que atiende Núremberg. El Dr. se enoja y se va lejos de su paciente; Gutiérrez toma su lugar.


— A ver, mamá, Respira tranquila y no te pongas nerviosa. ¿Cómo se llama el varoncito?—.


— ¡Edgard! ¡Edgard! ¡Apropósito me lo hace! ¡Se mete más adentro!—. Ultimo esfuerzo maternal.


Ratos de silbidos y cantos de la Dra. para atraer la atención del extraño. Voz dulce que vibra en todo ese mundo interno.


Curiosidad y salida perfecta del hombrecito difícil. Lloro del recién nacido en manos de la melodía.


— Acá está Edgard, tu hijito. ¡Hermoso resultado! ¡Felicitaciones, mami!—. Entrega a la madre, bañado de sangre y enfurecido por su llegada.


— ¡Y no lo hizo adrede! Su hogar esta en vos, mamá. Dale la teta—.



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