viernes, 12 de agosto de 2011

Capitán





La morfina y la demencia, los motivos de su vigencia. Se ha borrado el retrato de ese joven adolescente hostigador, culto y habilidoso, para ser un anciano débil y sin recursos. Lejos quedó aquél hombrecito que adquirió potencia y preámbulos a medida que la industrialización fue avanzando, arruinándolo todo. Nació y se crió en Europa, y se esparció por todas las regiones; bienvenido o no tanto, por cada poder. Promulgó sus dotes como fuerte ideológico a todo terreno baldío, que quería árboles y más piezas para su pronto paraíso; fundando la secta más vil y aprovechadora de todas las décadas. Logró una representación del esfuerzo y del propio tiempo, “la recompensa”.


Algunos rivales le dijeron de sus excesos y de sus grandes errores, pero no escuchó y siguió interrumpiendo mientras hablaban. Convertido en EJEMPLO DIOS, las guerras fueron en su nombre y de la deficiencia humana, blanqueado de muerte, hambre, vergüenza y sistemas a gobernar. Creó mandamientos irregulares, entre los cuales estaba el neoliberalismo. Si lo que le faltaba al rey era una mano derecha, quién más que su hijo.


Ha podido contagiar sus virus a los escasos glóbulos blancos de economías propensas, que entregaron su lenguaje. Un resfrío en la inmortalidad…


Pero la gente se cansó. La revelación se sintió por todas las actividades en contra del menos importante. Un papel con un número es motivo de humillación.


Puesto en la sala más fría, continúa su enfermedad y su mal humor inteligente. Presencia las manifestaciones de su propia culpa, para el llamado de la total igualdad. Pequeña oración en carta abierta de su voluntad: “No dejen que fallezca, ¡deben matarme!...”.

















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