miércoles, 1 de diciembre de 2010

Todos juntos


— ¡…Es entusiasmo cuando la política de la voluntad es honesta y progresista!—. Poca señal de una enseñanza, experiencia y otras fórmulas. Todo pasa por comparar mecanismos totalmente diferentes.

—Cuando se tiene en claro una meta no se debe, ni se puede revelar ante esa idea fija. Me dirán: “somos humanos, siempre encontramos prioridades sorpresivas”. ¡Absurdo! Si las opciones transformistas están escritas con la transpiración de la ansiedad de crecimiento, no existen desvíos que expongan al triunfo—. Firme a su convicción, concentrando el ego en el éxito y en la desconocida humildad.

—Claramente si un dicho se vuelve polvo y no un mar indomable, salvaje, con marea nerviosa golpeando cada muelle a punto de caerse; sería el triste paraíso que alguna vez desperdiciaron Adán y Eva; y así, la frustración se transformaría en locura y la decepción en un orgullo inadmisible. ¡La verdad que uno tiene se deleita sobre la perfección que se necesita!—. Sumo pastor del optimismo transparente, predicando su propio libro virgen, sin ningún mal ni bien que dañe la utopía que no admite.

—Lo hemos escuchado en silencio. Nos estimula cada comparación para el breve entendimiento. Compartimos y creemos en su religión. Pero, ¿por qué no vemos amor en su mirada ni en su habladuría enérgica? ¿Verdaderamente siente lo que dice?—. Tratativas moderadas para rescatar una vertiente pura entre tanto palabrerío enroscado:

—Todo se siente en el momento. Podré armar la táctica conveniente para ganar con soberbia un conflicto. Perfeccionaría mi ego y mi arrogancia creyendo que la estrategia va por buen camino. Por otra parte, a la hora de los episodios es completamente al revés: el perfil se arruga y el odio crece.

No voy a poder omitir una cita simple a las preguntas, por ende prefiero callar—. Semántica declaración en la pesada vacilación de los que pocos entienden.

— ¿¡Pero tanto lío para las contradicciones!? ¿Quién se ha creído? ¡Es fácil desviarse de lo que uno hace mal! ¡Los pretextos e indirectas no son los adjetivos de la madurez! ¿Por qué no se arrodilla y nos dice que tiene un conflicto en su cabeza y qué no le es fácil expresarlo?—. Contraataque atroz para desenvainar la tiranía de principios ateniense en manos de un espartano malicioso:

—Las contradicciones siempre será el aire que respirará el ser humano. No hay grandes obras sin contradicciones, ¡tengan en claro! Es un cambio radical en cada etapa. Una forma de sintetizarlo es el ejemplo que veo ahora: mientras fumas ese cigarrillo, hay muchas otras personas que se mueren por cáncer de pulmón a causa de la nicotina. Fueron como vos, se creían que disfrutar ilícitamente su tiempo resolvería algo de su sarcasmo. ¡Y nada que ver! Existe una vida, por eso hay que dejar la huella húmeda para saber que se existió. Sin cometer la estupidez de enfocar: “En algún momento voy a morirme”. Además sabes que tengo asma, y la provocación solo será un cinismo para tu propia caída. ¿Por qué no aceptas que la contradicción es innata y que a vos te volvió paranoico y desquiciado?— Golpe en la mandíbula de un ex rival, dejando las preguntas en una curiosa huida.

—Todo lo que ha dicho es cierto. Hay tantas develaciones que no comprendemos. Mi única incomodidad es poder equivocarme con esto, pero, no se ama a si mismo, ¿no? ¿Por qué pensaría que haremos, tal cual, lo que nos dijo a cerca de la fuerza de voluntad, si ni usted puede hacerlo?— Desarrollo en la inmediación del secreto, para al fin saber:

—Amarme sería aceptar la humanidad como ejemplo. Seguir sus procesos improductivos para la obtención de la nada. Alegrarme por la balanza que se apunta al norte y sur. ¡Eso sería amarme! Pronto asesinaré al mundo y a mi mismo y los transformaré en algo que no puedo imaginar, pero sé que no será impune. Ustedes podrán porque tienen el sentido de la racionalidad en sus venas. No apunten a los filósofos en sus hechos guíense por sus autoaspiraciones.

Jamás podré apreciarme ni siquiera halagarme. Podré estar en paz cuando respire en el centro del universo, y quien sabe, podre reírme, también…—.


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