domingo, 8 de mayo de 2011

Siberia ha dejado de ser frío







—“Podrán serse indiferente en la internidad, pero en la externidad se amarán, concretamente”—. Comprueba y construye una razón el Dr. Mott, mirando la lápida de Raimundo Straintaknov mojarse por la gran lluvia que sacude esa tarde. Los períodos pasan sin aviso. Imaginarse que han transcurrido cuatro años de aquella reunión, es sumamente increíble. Las charlas siguieron su curso, pero sin la autoridad del Dr. Dejó su especialidad y se arrinconó al abandono. Quemó todos sus títulos, premios y privilegios que obtuvo al transcurso de sus cuarenta y cinco años .Desertó de sus ocurrencias y de los efectos de sus deducciones. En su última clase de la universidad de keintemburg, habló a su clase por última vez:




— Sé que en su edad las ambiciones se multiplican por mil cada momento. Ser reconocido y premiado están en sus metas. No obstante, cuando se pasa la cuarta década de vida, el peso de lo que se consiguió es pequeño a comparación de la búsqueda de la paz y libertad que se ama. Sin darnos cuenta, es una raíz del materialismo y la opinión de cientos de pensadores que están de acuerdo con una idea de otra victima. ¡Modestia y simpleza tienen que ser las únicas referencias para el resto de sus vidas! ¿De qué sirve ser inteligente si se le tiene miedo a lo que no se conoce?




Mi retirada es ahora, crezcan sin imaginar que serán rosas, las cuales perfumarían al resto de la humanidad. Florezcan solo para ustedes y recuerden: “sed esclavos cuando todos estén despiertos y sed libertad cuando todos duerman agónicamente—.













Observa con más visión la casa de Straintaknov, el epitafio sorprende al Dr. : “Yace un alma completamente salvada”. Emprende las resucitaciones de sus virtudes y empieza a relacionar lo dichos en algún tiempo con lo que acaba de leer:




— El silencio alimentó tu inmensidad. ¿Estarías abrazando a todos los que hiciste mal? ¿Podrías mirar, ahora, desde otro panorama los ojos de tu nieta, que ahora tiene doce años?—. Lluvia con viento, frío en las gotas intermitentes que bañan el cuerpo cubierto de cuero del Dr. y renace un pequeño charco en la entrada del hogar del ruso. Hojas con letras cursivas sacadas del morral del visitante para la clave del misterio que no esta claramente esclarecido. Empieza el relato a la tumba:




—“Indiferencia en la internidad, adhiere a las diferentes fórmulas erróneas que uno lleva a cabo por la propia consideración de que es una buena elección, por más que se esté sujetado a obligaciones, la decisión y los efectos son propias para alterar circunstancias. Amor concreto en la externidad, se basa en justicia oculta de devolver lo poco que se quitó, sin la incidencia del tiempo; entregar un sol muerto en el eclipse de luna; dejarse odiar y amar bajo las viejas reglas de la internidad.




¿¡Eso estás pasando!? ¿¡Por qué se te veía sonriente aquella vez!? —. Mecanismo de la vieja reflexión en pleno extirpe cada vez que el nerviosismo aumenta en cada deducción. Manos mojadas en los bolsillos de la campera, cara recubierta de agua y una confesión que deja boca abierta a los vientos:




— Ahora creo que tu alma esta salvada y acompañada. La vida a veces no alcanza para librarse de los que persiguen. Cada quien es juez de su vida y puede sentenciar los veredictos a su modo. Si estimamos la corrección y desechamos el horror podemos respirar aún muertos. Internidad y externidad no son más que distintos pasajes del destino…




Ahora me iré de tu espacio y borraré tu nombre. Desangraré en tranquilidad. Siberia ha dejado de ser frío, ahora es paraíso. ¡Hasta siempre! —. Ida del Dr. Mott con su piel húmeda, mirada lagrimosa, sangre a punto de deslizarse por su nariz. Mirada al horizonte con su última palabra:




— No hay final para mi eterno comienzo, nunca jamás…—.






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