domingo, 15 de mayo de 2011

Sasha





— ¡No, Sasha! ¡Eso no se hace! —. Reto exclusivo del secuestrador, por la venida sin frenos de la perra, cuando él quiere salir por la puerta—.


— ¡No seas así conmigo! ¡Voy a tirarte agua, eh!—. Acción de poca autoridad. Dedos señalados a los ojos excitados y a la muestra de los dientes de la MASCOTA. Pequeño toque en la frente peluda de la rugida, a compas de susurros para calmar las aguas turbias:


— Shhhhhhh, tranquila, tranquila… ¿Por qué estas nerviosa? ¿No querès que me vaya?—. Dientes que se exhiben a medida que el gruño aumenta por la impaciencia y la mirada brillante de impotencia.


— A veces no te entiendo. Cuando llueve o hace frío te invito a mi pieza paraque no estés insegura. Subís en la cama y te arrastras contra las frazadas para jugar. ¿Te parece considerable eso?—. Análisis que no se aclarecen y reacciones que no terminan de convencer. Viento quieto, cuando él se sienta en el piso, charlando con los supuestos conflictos:


— Tenés que tener una mínima consideración de lo que hago por vos. Renuncio a mis modales solo por convidarte el almuerzo y la cena, cuando estoy en la mesa mirando televisión. ¡Soy cómplice principal, a raíz de tus constantes hurtos de los restos de comida que están en la cocina! ¡Sería un gran abogado gratis! ¡Pero no! ¡Te enojas conmigo porque quiero salir!—. Reanudo de la función del salvajismo. Rostro desfigurado demoníaca canina, tras los conteos reproches del secuestrador. Más énfasis en los recordatorios personales:



— Puedo aceptar tus malas experiencias: aquella vez en que te escapaste de tus reales dueños. Por mucho tiempo no supieron nada de vos, se olvidaron completamente. Pero los milagros existen…fuiste encontrada en la casa de un extraño, que te cuidó, cuando te rescató al lado de un avenida, victima de un choque. ¿Pensabas que todo iba a ser lo mismo? ¡Por favor! Tu mamá y papá te aceptaron y volviste; pero nada fue lo mismo…nació su primer hijo y te dejaron de lado. ¡Y eso que antes eras su bebe! ¡Te cuidaban demasiado! ¿Y después? ¡Te golpeaban por tus manifestaciones de poco cariño requerido! ¡También por los celos de ese maldito nene! Luego llegaste acá. Te sentiste (y sentís) como una reina, pese a tu sangre campesina—. Ojos tristes y orejas bajadas. Patas delanteras cruzadas, estando adentro de su casita. Meditación y olfato de malos episodios.


— Trata de ser tolerante. No intentes pasar mi autoridad, ¿si?—. Piernas paradas y más caricias en el rostro de la histérica y más leña a la caldera:


— Tal vez quieras salir a fuera, explorar nuevos respiros. ¿Por qué amar equivale regalar la libertad? ¡No soy quién para dejarte tras ésta puerta! ¿Qué sentís cuando el sol ocupa toda la pudrición de este mundo, y te encontras entre paredes y una reducción de espacio? ¿Querrías comerte a la vida, cuando te saco a pasear con la correa y estiras tanto, por los impulsos de vivir libre? ¡Tal vez eso también te hace enojar! ¡No ver un equilibrio justo! —. Incremento de la rabia del mal. Última mirada del fugitivo, cuando abre la puerta y la perra sale en su búsqueda, mordiendo y ladrando sin controlarse. Conversación terminada a continuación de un suspiro del otro lado:


— ¡Ay, Sasha! ¡Sos jodida!—.









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