
Revejecer en la gran fosa con los anteojos guardados en el bolsillo y los zapatos embarrados, por estar de pie. Intentar, inútilmente, encontrar el deseo y salir a envestir lo que no atrae. Dividir la actitud del fideísmo, la pimienta del gusto, el logro de la satisfacción, la belleza del cuerpo y lo sagrado del deber; por temblores restringidos.
Dejar la barba crecer, al igual que el cabello y las uñas. Aguantar la descomposición de la piel y al hedor pacifico.
Sentarse en el barro y mirar alrededor de la fosa, observar que es cielo, que es amor...
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